Hacer un uso inteligente del dinero es casi tan importante como ganarlo. A mí me costó entender este hecho hasta que me ‘arruiné’ por primera vez. Lo pongo entre comillas porque era muy jovencito y tampoco llegó la sangre al río. Lo que sucedió fue que conseguí un buen trabajo muy pronto en el que gané bastante dinero, pero no lo gestioné adecuadamente y terminé dilapidándolo. Cuando me quedé si trabajo, me di cuenta de que no había ahorrado nada. Entonces me prometí que nunca más iba a cometer el mismo error.
Una de las estrategias que he usado desde entonces es tener dos cuentas bancarias. Lo que hago es, periódicamente, buscar cuál es el mejor banco para domiciliar la nomina. Y lo hago periódicamente porque las condiciones varían mucho mientras muchos clientes no se dan ni cuenta. No todas las entidades ofrecen las mismas ventajas por domiciliar la cuenta, por lo que hay que estar muy atentos a las condiciones, sobre todo en relación a las comisiones.
Mi primera cuenta es, por tanto, para domiciliar la nómina. Y después, (y esto es lo que aprendí de mi primera ‘ruina’) tengo otra cuenta de ahorro en otro banco. Separo dos cuentas de forma que me organizo mucho mejor. Sé que hay personas que esto de tener dos cuentas les sirve para liarse más y al final acaban gastando más dinero. Depende de cada uno, pero en mi caso ha sido todo un éxito.
La cuenta nómina es la cuenta operativa, la cuenta del día a día, la que uso para los gastos corrientes. Llevó un control férreo de estos gastos a lo que ayuda también el hecho de que nunca tengo demasiado dinero en este cuenta. Mientras tanto, la cuenta de ahorro es para eso, para ahorrar. Voy metiendo de vez en cuando dinero que sobra cuando tengo un buen mes… y me olvido.
A veces no sé ni siquiera cuánto dinero tengo en la cuenta de ahorro, pero lo hago a propósito, para dejarla al margen y no tener la tentación de gastarlo. Hasta ahora este método ha alejado el temor a otra ‘bancarrota’.