Te arrodillas, abres la cajita y dices la frase mágica: “¿Quieres casarte conmigo?”. Cuidado si te dicen que sí, porque empieza un proceso para el que igual no estás preparado. Y no me refiero al matrimonio, no; me refiero a los preparativos de la boda, un aluvión de citas, reuniones, elecciones y gasto que hará que casi que te olvides de que te vas a casar…
Muchos piensan que preparar la boda consiste en ir a probar el menú al restaurante y elegir el sitio al que vas a ir de viaje de novios. No, amigo, deberás tomar elecciones mucho más importantes: el color de las cintas personalizadas, el tono de la piel de la petaca de regalo para los hombres, la música que sonará durante la ceremonia, si el candy corner va a tener chuches para celíacos o no, si la corbata hace juego con la mantelería…
Siempre puedes plantearte contratar un wedding planner (o dos). Hace poco leí en una revista del corazón que la flamante novia y futura mujer de Risto Mejide, que está de ‘gira’ por todos los medios del país aprovechando el tirón de su boda, tiene dos wedinng planner para la organización de su evento. Ni uno, ni tres: dos.
Lo que no sabe Risto es que contar con un wedding planner no te facilita las cosas, sino que se abre otro aluvión de reuniones y elecciones. Y es que para el planificador de bodas es imprescindible lo que tú probablemente no supieras ni que existe. Entonces un día te sorprendes tras haber visitado tres floristerías en busca de no sé qué tipo de flor que pega con el color de las paredes del hotel en el que se va a celebrar el banquete.
A medida que se acerca el día, las emails se agolpan en la bandeja de entrada. Uno de ellos es un recordatorio con muchas exclamaciones que nos dice que todavía no hemos decididos el material ni el color de las cintas personalizadas de los regalos de los invitados. Y un alarido se oirá en toda la casa: ¿¿¿cómo es posible que me haya olvidado de las cintas???
Y cuándo finalmente llega el momento clave, el cura te pregunta si aceptas a Fulanita por esposa y tu respondes: “las quiero de color gris marengo que pega con el tono de pelo de mi suegra”.