Compramos el sofá un par de años antes de que naciera nuestro hijo. Un sofá bastante normalito, pero que a mí me pareció cómodo. Creo que yo presioné un poco para que compráramos ese sofá porque en relación calidad/precio me pareció la mejor opción. Pero mi mujer no estaba enteramente satisfecha: al menos dejé que ella eligiera el color. Una vez que el niño nació nos dimos cuenta de que tal vez no había sido la elección adecuada.
Y es que los respaldos se quitaban como mucha facilidad y la parte trasera era muy dura. Una vez que el niño empezó a moverse por toda la casa, y se demostró que era un niño muy inquieto, pronto usó el sofá del salón como uno de sus principales lugares de juego. Y no tardó en aprender a quitar los respaldos: cada vez que los quitaba temblábamos porque si perdía el equilibrio hacia detrás se podía dar un coscorrón de cuidado. Había que comprar un sofá nuevo, un sofá ‘child-friendly’.
Nos iba a costar un poco más que el low-cost con el que yo me encariñé, pero los tiempos habían cambiado. Así que empezamos a buscar para comprar muebles de salón online. No estaba el panorama como para andar por muchas tiendas, así que comenzamos mirando por internet, siempre intentando priorizar aquellos sofás más seguros y aparentemente cómodos.
Y cuando nos quedamos con dos o tres opciones llegó el momento de tomar una decisión. Como no estábamos muy seguros, hicimos diferentes consultas para asegurarnos de que esta vez no nos equivocábamos: sobre todo era importante que el respaldo fuera amplio y no se pudiera sacar fácilmente. Y que los apoyabrazos también fueran blanditos. En cuanto al material, queríamos algo lo más cálido posible y fácil de limpiar.
Muchos requisitos sí, pero por el hecho de comprar muebles de salón online en vez de acudir a una tienda nos iba a salir por un precio un poco más competitivo. De hecho, si comprásemos ese sofá en tienda seguro sería más caro. Nuestro objetivo era que todos estuviéramos cómodos con el nuevo sofá… no solo yo.