Soy de esas personas que le gusta meterse en todo, especialmente cuando se trata de mi casa. Pero es que en esta casa no solo vivo yo: está mi marido, su madre y los niños. Y todos deben tener voz y voto, aunque algún voto suela tener más valor que otro. El caso es que últimamente estamos haciendo muchos cambios en la casa, después de la pandemia. Supongo que, como a muchos, el hecho de pasar tanto tiempo en casa nos ha hecho tomar una nueva perspectiva del hogar, de su importancia, de la necesidad de sentirse cómodos en casa.
Ahora que ya todo parece haber pasado, nos hemos puesto manos a la obra, pero en determinados aspectos está habiendo ciertas tiranteces, como con las cortinas. Yo prefiero estores, pero la madre de mi marido me está insistiendo con una cortina en tablas. Tengo que decir que ella siempre fue muy meticulosa con su propia casa: la tenía como los chorros del oro, como se suele decir. Y aunque lógicamente es de otra generación, debo decir que tiene buen gusto para las cosas del hogar… aunque siempre haya ciertas disputas como con las cortinas.
Ella quiere una cortina en tablas porque dice que va a quedar mucho mejor en esa habitación, que me haga caso que sabe de lo que habla. Que al menos probemos, y si no quedo contenta, probamos otra cosa. Esto es lo que me ha hecho replanteármelo. Al menos no ha sido tajante en plan “haz esto que es lo mejor”. Hay que tener en cuenta que la casa es nuestra y ella lo sabe, pero nunca se nos ocurriría tampoco usar eso en una discusión.
Así que he estado mirando por internet para ver cómo se hacen y cómo quedan esta clase de cortinas. Mi suegra dice que ella se encarga de todo, y la creo, porque sigue teniendo ese punto de habilidad artesana que siempre ha tenido. Y al final he pensado que, de vez en cuando, hay que dejar hacer y despreocuparse un poco, que bastante tenemos con el día a día como para discutir por las cortinas.